Viernes, 15 Agosto 2014 17:48
Juan C. Rodríguez
Si alguien pensaba que con la frontera que peligrosamente se había atravesado el día que un operario municipal le pegó a un periodista, se terminaba esta cuestión, se equivocó rotundamente. Porque a esa rica torta le faltaba la roja cereza que le puso arriba el bloque oficialista, cuando en la sesión del miércoles no levantó sus manos para repudiar la agresión sufrida por los trabajadores de prensa.
Como llegué al lugar de la agresión a Santiago Córdoba minutos después de que la misma se produjo, pude escuchar increíbles comentarios, débiles defensas y lamentables declaraciones. No pude hablar con el intendente, porque tomó del hombro y se llevó de mi lado a uno de los empleados que estaban hablando conmigo. Tampoco pude hablar con Juan Miserere, pero sé que fue interceptado e increpado verbalmente cuando quiso cometer la osadía de averiguar qué había pasado, que es precisamente para lo que le pagan, salvo el caso de periodistas que son pagados para militar o para disimular la realidad. Porque bueno es recordarlo, uno de los apotegmas casi socráticos de esta profesión dice que la misma es un tábano encargado de llevar a la luz lo que el poder no quiere que se sepa. Y lo que los colegas querían saber era qué había pasado para que súbitamente se suspenda el acto de pre inauguración de la Casa del Bicentenario. Bien, el caso es que se había caído un tanque de agua encima del techo, lo que pudo haber sido tremendo si la inauguración ya se hubiese concretado, ya que varios niños iban a andar por las inmediaciones. Pero como eso no había ocurrido aún, no se comprende la insólita rigurosidad para con los periodistas que quizás querían sacar una foto u obtener un testimonio. Agresión que, bueno es decirlo, ocurrió ante varios funcionarios municipales.
Cae el tanque. Se suspende el acto. Miserere que quiere hacer su trabajo, interiorizarse de lo que pasó, para dar a conocer un hecho que es público. Empleados que lo echan. Y la llegada de Santiago Córdoba, que por ser el segundo que quería arremeter con semejante propósito, tan lejano a los objetivos de los empleados ahí presentes, cobra con una trompada en el oído, lo que lo revuelca por el piso, ante la pasividad inconmensurable de los testigos. No lo defendieron, no lo atendieron, ni mucho menos impidieron que algunos operarios se trencen en discusión con él. ¡Cómo no iba a estar indignado! Uno de los testigos quería justificar la trompada diciendo que el periodista “no escuchaba, estaba sacado”. Y eso sin siquiera analizar declaraciones del subsecretario de Obras Públicas, Pablo Rada, que de manera indirecta casi justificó la agresión añadiendo entre otras cosas que el cronista había provocado a los trabajadores y que intentó “entrar de prepo”.
Menuda tarea la de querer entender porqué desde la Intendencia se quiso evitar que trascendiera lo ocurrido, más allá de que en la caída del tanque puede haber implícita una falla. Fue innegablemente peor el remedio que la enfermedad. Al día siguiente un comunicado del Departamento Ejecutivo Municipal expresó su más contundente repudio por las agresiones que sufrieron trabajadores de prensa en la Casa del Bicentenario, y aseguró que la Municipalidad “asumió el firme compromiso de determinar responsabilidades en la agresión, sea de personal municipal o de empresas contratistas; al tiempo que acompaña toda presentación judicial ante los hechos ocurridos”. Luego el comunicado aclaraba tibiamente que “La búsqueda de información generó una situación indeseada, distante de la relación que esta gestión municipal pretende mantener con los medios de comunicación, basada en los principios de seriedad y transparencia”.
Manos que no se levantan
Pero el miércoles en la sesión del Concejo Municipal, la situación volvió a enrarecerse, ya que los ediles opositores sumaron su mayoría para lograr aprobar el proyecto presentado por Fabián Vernetti repudiando las agresiones sufridas por trabajadores de prensa durante la cobertura periodística del derrumbe ocurrido en la Casa del Bicentenario. En tanto los ediles oficialistas, a pesar que aclararon en sus bancas que repudiaban el hecho, decidieron votar en disidencia.
Después de la presentación de varios proyectos pidiendo informes sobre la situación del espacio mencionado, y luego de una acalorada discusión, los legisladores freyristas dieron la sorpresa no levantando sus manos para aprobar el repudio a la agresión sufrida por los trabajadores de prensa. La excusa fue casi semántica, ya que interpretaron que en los considerandos del proyecto de declaración en unos de sus párrafos se incluye el rechazo a las manifestaciones posteriores vertidas por el subsecretario de Obras Públicas por considerarlas “al menos desafortunadas ya que parecen justificar lo ocurrido”. Los concejales oficialistas antes de solidarizarse con los periodistas, prefirieron “salvar” el funcionario municipal votando en contra del proyecto. Es verdad que se opusieron porque, aparte de repudiar el hecho también se repudiaba la declaración de un funcionario. Pero con sólo hacer una salvedad, explicando claramente cuál era el motivo de la misma, no quedaban tan enchastrados. Así, a la vista de todos, quedó como que avalaron la agresión. Tengo una añeja relación con Pedro Bustos, a quien dirigí cuando jugaba al básquet, y estimo mucho como persona. Sé que en su fuero más íntimo, no debe estar muy conforme con el resultado de la reunión, y como ésta es presentada a la sociedad. Pero todos sabemos que una de las debilidades de hacer política es precisamente que a veces hay que obedecer órdenes que no coinciden con lo que uno piensa. Códigos, que le dicen. Obediencia debida. Verticalismo. Pónganle el nombre que quieren. No deja de ser, como dicen los jóvenes ahora, patético. O impresentable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Dejá tu mensaje.